Samantha Garmendia, una vendedora de dulces que recorría las bulliciosas calles de México, atrajo la atención de un enigmático desconocido. Este hombre le propuso un tentador trabajo como modelo, asegurándole que compraría todos sus dulces del día. Aunque Samantha dudaba de sus capacidades para ser modelo, las promesas del sujeto y la idea de un futuro mejor la hicieron reconsiderar la oferta.